Proyecto
Señalización de la autopista A7
Categoría
Gráfico
Tipología
Señalética
Diseño
Nacho Lavernia, Daniel Nebot y Paco Bascuñán
Cliente
Generalitat Valenciana y Aumar
Fecha
1986
Fotografía
Archivo La Nave
Ese camino de consolidación estaba recién comenzado, pero ya estaba dando frutos muy sólidos a través de una generación de diseñadores y de clientes valencianos, crecientemente convencidos de la necesidad y la eficacia del diseño y la comunicación visual. Por citar solo algunos ejemplos, el año anterior se diseñó y fabricó la estantería La Literatura (analizada en otro capítulo de esta publicación), de Vicent Martínez para Punt Mobles. Con el apoyo del IMPIVA, se agruparon algunas asociaciones profesionales previas para crear la Asociación de Diseñadores de la Comunidad Valenciana (ADCV, inicialmente ADPV). En julio de ese 1985 tuvieron lugar en Alicante los primeros Encuentros Internacionales de Diseño, un evento de ambición internacional pero que sobre todo sirvió para poner en el mapa los distintos centros españoles donde surgía en aquel momento una nueva y pujante cultura del diseño.
Desde 1981, Nebot, Bascuñán y Lorenzo (Quique) Company formaban en Valencia el estudio Enebecé, que tuvo un temprano éxito creando múltiples imágenes de marca y señalizaciones: para el grupo de empresas Torres, Devesa de la Albufera, Caja de Ahorros Provincial de Valencia, Nuevo Centro, el Museo Arqueológico Nacional, o el sanatorio de Porta Coeli. En paralelo, el estudio realizaba para Industrias Saludes múltiples trabajos de señalización, más algunos de mobiliario urbano.
El verdadero objetivo de los nuevos paneles se convirtió en sugerir o evocar la oferta cultural y turística de cada territorio. Se optó por dar visibilidad a las actividades al aire libre: playas, parajes naturales, deportes -incluyendo los náuticos-, gastronomía, artesanías, vida nocturna…
Con el ya exitoso precedente de otros trabajos institucionales llevados a cabo por el grupo La Nave, en 1986 Nebot, Bascuñán y Lavernia fueron elegidos por la Conselleria de Industria, Comercio y Turismo para realizar una nueva señalización de la autopista A7 a su paso por la Comunidad Valenciana, en coordinación con AUMAR, la empresa concesionaria. El proceso creativo comenzó con una campaña fotográfica para seleccionar imágenes asociables con los distintos lugares a lo largo del trazado viario.
El referente eran algunos paneles de autopistas europeas, particularmente en el sur de Francia, en Italia y Alemania. Los paneles debían cumplir una evidente misión informativa, recordando la proximidad de una salida, pero en realidad iban bastante más allá de ello. Nótese que se iban a añadir a otros preexistentes, exclusivamente textuales, que indicaban con detalle las distancias y los distintos núcleos de población cercanos a cada salida. En los citados modelos europeos, hitos patrimoniales o monumentales proporcionaban el principal hilo narrativo para las vallas.
En el caso valenciano, tratándose de un trazado muy próximo a la costa, la campaña fotográfica llevó a constatar que muchas salidas no contaban con un referente patrimonial o visual claro y memorable. En cambio, la industria turística ofrecía múltiples oportunidades de ocio y descanso que para el visitante nacional e internacional podían resultar igualmente o incluso más atractivas. Así, el verdadero objetivo de los nuevos paneles se convirtió en sugerir o evocar la oferta cultural y turística de cada territorio. Se optó por dar visibilidad a las actividades al aire libre: playas, parajes naturales, deportes -incluyendo los náuticos-, gastronomía, artesanías, vida nocturna… No se obviaron algunas ofertas monumentales, pero fue solo una pequeña parte sobre el total de 28 vallas realizadas. Este proceso no solo venía guiado por el trabajo práctico: muchos años más tarde, Paco Bascuñán aludiría a su reflexión sobre las vallas publicitarias de autopista como un soporte clave de la comunicación moderna, con las peculiaridades que imponen sus destinatarios y circunstancias visuales, citando como referente a Robert Venturi en Aprendiendo de Las Vegas.
El rupturismo y acierto de la propuesta fue ampliamente reconocido. El mismo año de 1986 recibió un Premio Laus, dentro de la categoría de sistemas de información en urbanismo, arquitectura e interiorismo. El eco en publicaciones especializadas fue enorme; baste tan solo recordar aquí que en el catálogo de la exposición Signos del siglo, organizada para el MNCARS y otros museos nacionales en el año 2000, se lo reconocía como “todavía hoy, el proyecto de diseño gráfico más audaz de cuantos han puesto en práctica” los gobiernos autonómicos españoles.
El proceso es particularmente ilustrativo de los modos de trabajo aplicados por los diseñadores de La Nave, previos todavía a la incorporación de las herramientas informáticas. Las fotografías escogidas se reelaboraron y simplificaron como contornos básicos mediante dibujos. A continuación, las formas de esos volúmenes se recortaron, a mano, en papeles coloreados, de tonos planos y vivos. El rasgado a mano originaba unos contornos irregulares en esas formas básicas, separadas entre sí mediante unas líneas blancas que a la vez son, paradójicamente, el “fondo” de las figuras.
Este lenguaje gráfico evocaba rápidamente el collage y sus connotaciones lúdicas, pero para contrarrestar su inevitable tendencia a la falta de profundidad se incorporó en muchas imágenes un contraste entre objetos en primer plano y otros en la distancia. El uso de colores planos y vivos, así como las siluetas marcadas mediante el fondo blanco provocaba un contraste luminoso y fresco entre las masas de color. El tono festivo y desenfadado venía además reforzado por el tratamiento de las figuras, muy cercano al cómic y a la imaginería popular del momento.
El resultado, una vez más, no era exactamente el buscado por los clientes, pero fue aceptado. Las vallas medían 4 x 5,25 metros, y se realizaron por parte de Señalizaciones Postigo mediante una base de lamas de aluminio a la que se trasladaban esas manchas planas de color sobre fondo blanco, ahora ya serigrafiadas en ocho tintas reflectantes. Cada panel se completaba con una simple banda horizontal inferior, que tan solo incluía el pictograma de un sol, la referencia numérica a la salida -no a las poblaciones concretas-, y el logo de la Generalitat.
El rupturismo y acierto de la propuesta fue ampliamente reconocido. El mismo año de 1986 recibió un Premio Laus, dentro de la categoría de sistemas de información en urbanismo, arquitectura e interiorismo. El eco en publicaciones especializadas fue enorme; baste tan solo recordar aquí que en el catálogo de la exposición Signos del siglo, organizada para el MNCARS y otros museos nacionales en el año 2000, se lo reconocía como “todavía hoy, el proyecto de diseño gráfico más audaz de cuantos han puesto en práctica” los gobiernos autonómicos españoles.
Jorge Sebastián Lozano / Universitat de València